La dolarización como instrumento de dependencia
El apadrinamiento del dólar como moneda oficial de Ecuador, en el año 2000, fue presentada como una salida inmediata para la crisis inflacionaria que devastó el país. El artículo de Mishell Pavón cuestiona los efectos reales de esa medida sobre la autonomía política y económica ecuatoriana. Al renunciar a su moneda, el estado perdió instrumentos básicos de política monetaria, como la emisión, el cambio y control inflacionario, quedando atado a oscilaciones externas y, sobre todo, a la hegemonía estadounidense.
Inspirada en Robert Cox y Antonio Gramsci, la autora interpreta la dolarización como una institución hegemónica, legitimada por las élites financieras y políticas que la defendieron como inevitable. El trabajo también rescata la teoría de la autonomía de Juan Carlos Puig, destacando que, sin soberanía monetaria, es imposible formular un proyecto de desenvolvimiento propio.
El caso ecuatoriano revela, justamente, un patrón de dependencia estructural. La tentativa frustrada de ingreso pleno en el Mercosur ilustra los límites impuestos por la ausencia de la moneda nacional, ya que el bloque exige coordinación macroeconómica entre sus miembros. La dolarización, por lo tanto, no solamente restringió la capacidad de respuesta interna, de igual manera dificultó la integración regional.
El estudio evidencia que la medida beneficia principalmente a banqueros y exportadores, aunque profundiza la desigualdades sociales y fragiliza la población. Pavón analiza que la integración latinoamericana, en moldes solidarios, puede ser un cambio para reducir esta dependencia. Mecanismos como el SUCRE, propuesto en el ambito de la ALBA, son citados como alternativas de desdolarización gradual. El estudio trae la visión de que la dolarización representa un instrumento de dominación que reafirma el papel periférico de Ecuador en la economía mundial.
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